Cuando tenía 55 años, en 1920, el japonés Usui Mikao aprendió en el monte Kurama de Kioto la forma de canalizar la energía universal con fines terapéuticos. Denominó al método Reiki y comenzó expandir sus conocimientos iniciando a otros Maestros. En 1938 uno de sus discípulos, Chujiro Hayashi, inició a la norteamericana Hawayo Takata, quien importó a Occidente el método de sanación oriental, que poco a poco comienza a integrar las rutinas de médicos y enfermeros en el cuidado diario de sus pacientes como complemento de los tratamientos tradicionales. Hoy, en Estados Unidos, al menos quince hospitales están inscriptos en el website Reikiinhospitals.org.
Anne Giblin, enfermera del CentraState Medical Center, uno de los centros de salud que ofrecen el servicio, asegura que tanto sus colegas, como los terapistas ocupacionales y un grupo de voluntarios, aplican cotidianamente el Reiki en enfermos cardíacos, oncológicos, psiquiátricos y en las unidades de cirugía. Los pacientes internados no deben pagar un abono extra por recibir la sanación, pero sí los ambulatorios, para quienes la media hora cuesta 35 dólares.
Según Giblin, los resultados son sorprendentes. “Es notable cómo logra reducirles el dolor, la ansiedad y el nivel de estrés. En algunos casos los pacientes se recuperan más rápido y los que no han podido recuperarse nos cuentan que, al menos, tienen paz en sus mentes. Es por eso que la práctica se extiende más y más”, comenta Giblin. Y agrega que, al igual que en muchos otros hospitales, en el Centra State algunos médicos lo aprueban mientras que otros todavía necesitan ver más pruebas clínicas para creer en sus virtudes sanadoras.
Pese a las críticas y los cuestionamientos, la tendencia se expande también en otros países, como Canadá, donde aunque no está incluido formalmente en las rutinas de los enfermeros, los hospitales permiten libremente el acceso de voluntarios reikistas para que atiendan a enfermos de cáncer y de sida.